Hace unos días los almendros de Pentanux aparecieron vestidos de cencellada, ese fenómeno meteorológico que tanto nos fascina en esta estación del año y que se produce en las zonas donde hay niebla, cayendo las temperaturas por debajo de 0ºC y el punto de rocío por debajo del de congelación.
Es en ese momento cuando las gotas minúsculas se congelan sobre cualquier superficie, creando de forma caprichosa plumas o agujas de hielo blando, similares a la nieve.
El paisaje se convierte en un verdadero espectáculo para nuestros ojos, digno de cualquier cuento de hadas con el que soñamos en nuestra niñez.
Sin embargo, aunque el frío arrecie, en los almendros late la vida agazapada en el tronco y en la corteza de sus ramas, manifestándose tímidamente en unas incipientes yemas, que esperan un cambio de temperatura, para sacudirse su vestido de cencellada y vestirse de de flores cuajadas de pétalos blancos que con su fragancia y exultante belleza nos anuncian la marcha del invierno y la llegada de la primavera.
Maria Angeles García Hernández

